Sé que llegará el momento en que tu belleza será un
hecho
inaccesible a mis instintos y te contemplaré como
Moisés a La Tierra Prometida,
en la mano el báculo del anciano resignado
y en los ojos una chispa apenas del fuego que fue mío,
Y el desfile apoteósico de tus encantos, será entonces
causa de mis tristeza,
porque mirar lo que ya no se puede alcanzar no nos
consuela
Será la gran venganza de la soledad, esa que nos
alcanza
cuando no hay compañía suficiente
para acabar con el dolor de contemplar la vida desde
su orilla
mirando pasar a las muchachas que se van a otra fiesta
que esperan otros besos, que aman en otro mundo
Pero mientras llega lo que el tiempo dispone
para todos, indiferente o sabio,
quemaré en el altar que los hombres erigimos para
consagrarte
todos los leños que me quedan, todas las ansias que
aún habito
Levantaré poemas como montañas, ríos innumerables de
palabras bendecidas
para ti, oh mujer, la verdad más necesaria, la reina
que escogimos
para que nos posea y nos redima,
Porque, entre las muchas razones que te dignifican,
eres también
el regalo más bello de la creación
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