viernes, 14 de marzo de 2014

ROMÁNTICOS PRIMERA PARTE




POESÍA EN FEBRERO, POESÍA SIEMPRE
Otra tarde más nos acercamos al calor de la poesía, a modo de enamorados alrededor de un fuego que excita a través de los oídos.  Para que vuelen los mensajes hacia las almas con sed de palabras, como se ha hecho siempre que un mismo frío alcanza a los solitarios y románticos, reuniéndonos en casas, salas grandes o pequeñas, praderas o desiertos, valles o montañas. Nos salva la vida la bondad de los ojos, la esperanza de un beso, el recuerdo de una tarde, el olor de otros cuerpos que no se perderán con los días, y que luchando contra el olvido, se transformarán en poesía, en letras para el universo.
 El Poeta Ángel González dijo en una ocasión: “La poesía no cambia el mundo, pero sí puede cambiar nuestra percepción del mundo”. Pero la poesía infunde esperanza, y esa esperanza sí es capaz de cambiarnos, nos descubre el coraje desconocido que existe en el corazón de las personas. Es una llave que abre las puertas del destino, que no está marcado, y por tanto nos espera. Las palabras pueden ser un mapa hacia nuestros sueños, y esos sueños, de vez en cuando son tan grandiosos que consiguen cambiar la Historia. Recordemos, como ejemplo del poder de la poesía, ésa que mantuvo vivo y esperanzado a Nelson Mandela durante los años de cautiverio, y que consiguió hacer del mundo un lugar mejor.




                                        INVICTUS

                                            W.E. Henley

En medio de la noche que cae sobre mí,
negra como un pozo que se hunde inabarcable,
doy las gracias a dios, si es  que algún dios existe,
por ser el propietario de esta alma invencible.
Atrapado en las garras de la cruel existencia,
nunca he vociferado ni he expresado dolor.
Bajo los mazazos de mi pésima suerte,
mi frente se desangra, pero jamás se rinde.
Más allá de este lugar de lágrimas y cólera,
veo que se aproxima el más siniestro horror,
y que el tiempo amenaza, pero no los temo,
no me preocupa que se cierren las puertas,
ni que lluevan sobre mí un sinfín de castigos,
pues se que yo gobierno el rumbo de mi vida,
y que soy el capitán de mi alma invencible.

 (Traducción de Ángel Rupérez)

  
EL ROMANTICISMO EN ESPAÑA

El romanticismo se desarrolló fundamentalmente durante la primera mitad del siglo XIX, extendiéndose desde Alemania hasta Inglaterra a Francia, Italia, España, Rusia, Polonia, Estados Unidos y las recientes Repúblicas Hispanoamericanas.
Este movimiento surgió como una reacción revolucionaria contra el racionalismo de la Ilustración y los Clásicos, donde las artes se veían sujetas a estrictas reglas, tanto en temática, como en estilos y en métrica.
A España este cambio llegará con retraso con respecto a Europa.
Nos encontramos en la década 1823-1833, Fernando VII instaura su régimen absolutista y obliga a cerrar universidades, suspende las publicaciones periódicas y en las artes se siguen las tendencias de los Clásicos y Neoclásicos ahogando la libre expresión.
Muchas figuras artísticas de la época se ven obligadas al exilio, principalmente a Gran Bretaña y Francia. Serán ellos los que se impregnarán del movimiento romántico que ya se adueñaba del arte en esos momentos y serán ellos los que a su regreso a España a la muerte de Fernando VII en 1834, introducirán esa estética que acabará con las ideas del racionalismo.
Comienza entonces un movimiento liberador en todas las artes. En literatura los románticos se rebelarán contra toda norma que les impida expresar sus sentimientos, perseguirán la libertad en las imágenes, en las ideas, en los temas y en la expresión buscando lo humano, lo nacional, lo divino y lo extraordinario.
Estas actitudes idealistas, muchas veces, no se corresponderán con la realidad que les rodea, lo que les provocará en muchas ocasiones sentimientos de desesperación y desengaño.
En esta absoluta exaltación del “yo” y la supremacía del sentimiento frente a la razón los románticos se sentirán fascinados por lo mágico, lo fantástico, el sueño y lo misterioso. Elegirán lugares ruinosos, cementerios, monstruos y personajes extraordinarios, y la naturaleza y la noche serán sus escenarios favoritos, pues para los Clásicos la verdad es igual a belleza, y para los Románticos sólo la belleza es verdad.
Para este recital hemos hecho una selección de un total de siete  poetas y poetisas como los más representativos del movimiento romántico en España.
Por orden de exposición serán:

1-    Duque de Rivas
2-    José de Espronceda
3-    Gertrudis Gómez de Avellaneda
4-    José Zorrilla
5-    Carolina Coronado
6-    Gustavo Adolfo Bécquer
7-    Rosalía de Castro

Esperamos que sean de su agrado y que disfruten escuchando un resumen de su vida y alguno de sus poemas.




Duque de Rivas

Ángel Saavedra, Duque de Rivas, nació el diez de marzo de 1791 en Córdoba.
Estudió en el Seminario de Nobles de Madrid durante once años. En 1807 fue alférez de la Guardia Real.

Luchó con valentía contra las tropas napoleónicas siendo herido en la Batalla de Ontígola (1809). El General Castaños le nombró capitán de la Caballería Ligera. Obtuvo también el nombramiento de primer ayudante de Estado Mayor.
Su amistad con Manuel José Quintana le orientó hacia las artes y la participación política liberal. En 1823, Rivas fue condenando a muerte por sus creencias liberales y haber participado en el golpe de estado de Riego en 1820. Además se le confiscaron sus bienes y huyó a Inglaterra. Luego pasó a Malta en 1825 donde permaneció cinco años. En 1830 se marchó a París. Después de la muerte de Fernando VII, en 1833, regresó a España al recibir la amnistía y reclamó su herencia y su título, además en 1834 murió su hermano mayor y recayó en él por ello el título de Duque de Rivas. Dos años después fue nombrado ministro de la Gobernación. Luego emigró a Portugal por poco espacio de tiempo. A la vuelta desempeñó el papel de senador, alcalde de Madrid, embajador y ministro plenipotenciario en Nápoles y Francia, ministro del Estado, presidente del Consejo de Estado y presidente de la Real Academia Española y del Ateneo de Madrid en 1865. Falleció el 22 de junio de 1865, en Madrid.

En la literatura, Rivas fue protagonista del romanticismo español. Don Álvaro o la fuerza del sino, fue estrenado en Madrid en 1835, y fue el primero éxito romántico del teatro español, y sigue siendo la obra romántica por excelencia del teatro español. La obra se tomó más tarde como base del libreto de Francesco Maria Piave para la ópera de Verdi La Forza del Destino (1862).
 
   Poemas de el Duque de Rivas
Ojos Divinos
Ojos divinos, luz del alma mía,
por la primera vez os vi enojados;
¡y antes  viera los cielos desplomados,
o abierta ante mis pies la tierra fría!

Tener, ¡ay!, compasión de la agonía
en que están mis sentidos sepultados,
al veros centellantes e indignados
mirarme, ardiendo con fiereza impía.

¡Ay!, perdonad si os agravié; perderos
temí tal vez, y con mi ruego y llanto
más que obligaros conseguí ofenderos;

tened, tened piedad de mi quebranto,
que si tornáis a fulminarme fieros
me hundiréis en los reinos del espanto
.

                                    

....................................................................................................................
Don Álvaro o la fuerza del sino (fragmento)
¡Que carga tan insufrible
es el ambiente vital
para el mezquino mortal
que nace en sino terrible!
¡Qué eternidad tan horrible
la breve vida! Este mundo,
¡qué calabozo profundo,
para el hombre desdichado,
a quién mira el cielo airado
con su ceño furibundo!
Parece. sí, que a medida
que es más dura y más amarga
más extiende , más alarga
el destino nuestra vida.
Si nos está concedida
sólo para padecer,
y muy breve ser
la del feliz, como en pena
de que su objeto no llena,
terrible cosa es nacer!
Al que tranquilo, gozoso,
vive entre aplausos y honores,
y de inocentes amores
apura el cáliz sabroso
cuando es más fuerte y brioso,
la muerte sus días huella,
sus venturas atropella:
y yo, que infelice soy,
yo, que buscándola voy,
no puedo encontrar con ella.
Mas, ¿cómo la he de obtener,
¡ desventurado de mí!,
pues cuando infeliz nací,
nací para envejecer!
Si aquel día de placer
(que uno sólo he disfrutado),
fortuna hubiese fijado,
¡Cuán pronto muerte precoz
con su guadaña feroz
mi cuello hubiera segado!



JOSÉ DE ESPRONCEDA

Nació en Almendralejo en la Provincia de Badajoz en 1808. A los quince años creó con sus amigos una sociedad secreta a la que llamaron los Numantinos (1823-1825), según decían, para vengar la muerte de Rafael del Riego. Denunciado por sus actividades intelectuales en 1825 fue condenado a exiliarse de Madrid durante cinco años, si bien finalmente su pena fue rebajada a tres meses que cumplirá en un monasterio de Guadalajara. En verano de 1827 marchó a Portugal (donde se enamoró de Teresa Mancha, hija del coronel liberal emigrado), y después Inglaterra, , para establecerse finalmente en Francia en su condición de exiliado liberal.
Participó en las oleadas revolucionarias de 1830 en París junto con unos antiguos amigos suyos. Poco después Teresa se casaría por orden de su padre con un comerciante. Con ella regresó a España, junto con otros liberales, gracias a la amnistía declarada tras la muerte del soberano Fernando VII, en 1833. En 1838 Teresa se apartó de Espronceda y murió poco después.
Espronceda se dedicó a la política y al periodismo. En 1834 ingresa en la Guardia Real,  y es destinado a Cuéllar, donde comienza a escribir su novela histórica Sancho Saldaña o el castellano de Cuéllar. Sin embargo sigue activo en la vida literaria de la capital, pues ese año trabaja como redactor del periódico El Siglo, que Martínez de la Rosa censuró, lo cual provocó el destierro del poeta a Badajoz.
En 1841 es nombrado secretario de la Legación española en La Haya y poco después es elegido diputado progresista en Almería, al tiempo que Larra lo era por Ávila, pero estas elecciones fueron anuladas. Finalmente fue elegido parlamentario ante las Cortes Generales en 1842 por el Partido Progresista. Su actividad como diputado ocupó sus dos últimos meses de vida. Murió a los treinta y cuatro años de garrotillo (difteria) en ese mismo año de 1842, cuando se iba a casar con Bernarda de Beruete.



           Poemas de José de Espronceda

 ¡GUERRA!
¿Oís?, es el cañón. Mi pecho hirviendo
el cántico de guerra entonará,
y al eco ronco del cañón venciendo,
la lira del poeta sonará.

El pueblo ved que la orgullosa frente
levanta ya del polvo en que yacía,
arrogante en valor, omnipotente,
terror de la insolente tiranía.
Rumor de voces siento,
y al aire miro deslumbrar espadas,
y desplegar banderas;
y retumban al son las escarpadas
rocas del Pirineo;
y retiemblan los muros
de la opulenta Cádiz, y el deseo
crece en los pechos de vencer lidiando;
brilla en los rostros* el marcial contento,
y dondequiera generoso acento
se alza de PATRIA y LIBERTAD tronando.

Al grito de la patria
volemos, compañeros,
blandamos los aceros
que intrépida nos da.
A par en nuestros brazos
ufanos la ensalcemos
y al mundo proclamemos:
"España es libre ya".
¡Mirad, mirad en sangre,
y lágrimas teñidos
reír los forajidos,
gozar en su dolor!
¡Oh!, fin tan sólo ponga
su muerte a la contienda,
y cada golpe encienda
aún más nuestro rencor.
¡Oh siempre dulce patria
al alma generosa!
¡Oh siempre portentosa
magia de libertad!
Tus ínclitos pendones
que el español tremola,
un rayo tornasola
del iris de la paz.
En medio del estruendo
del bronce pavoroso,   
tu grito prodigioso
se escucha resonar.
Tu grito que las almas
inunda de alegría,
tu nombre que a esa impía
caterva hace temblar.
¿Quién hay ¡oh compañeros!,
que al bélico redoble
no sienta el pecho noble
con júbilo latir?
Mirad centelleantes
cual nuncios ya de gloria,
reflejos de victoria
las armas despedir.

¡Al arma!, ¡al arma!, ¡mueran los carlistas!
Y al mar se lancen con bramido horrendo
de la infiel sangre caudalosos ríos,
y atónito contemple el océano
sus olas combatidas
con la traidora sangre enrojecidas.

Truene el cañón: el cántico de guerra,
pueblos ya libres, con placer alzad:
ved, ya desciende a la oprimida tierra,
los hierros a romper, la libertad.

                                             .........................................................                         


SONETO

Fresca, lozana, pura y olorosa,
gala y adorno del pensil florido,
gallarda puesta sobre el ramo erguido,
fragancia esparce la naciente rosa.

Mas si el ardiente sol lumbre enojosa
vibra, del can en llamas encendido,
el dulce aroma y el color perdido,
sus hojas lleva el aura presurosa.

Así brilló un momento mi ventura
en alas del amor, y hermosa nube
fingí tal vez de gloria y de alegría.
 
Mas, ay, que el bien trocóse en amargura,
y deshojada por los aires sube
la dulce flor de la esperanza mía



                                         OOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO  




GERTRUDIS GÓMEZ DE AVELLANEDA

 Conocida con el nombre de Tula, nace en Camagüey (Cuba), el 23 de Marzo de 1814. El fallecimiento de su padre y un casamiento apresurado de su madre le hicieron dejar su país y viajar a Europa. A España llega en 1836 y se instala primera en A Coruña, más tarde en Sevilla y por último en Madrid, donde se codeará con brillantes figuras literarias de la época y comenzará una fecunda actividad literaria.
La muerte de sus dos maridos, y el abandono de su amante cuando estaba embarazada de una niña, que falleció al poco de nacer, colaboraron en que su poesía girara en torno al amor desdichado y pesimista. Abogó por la igualdad de derechos de la mujer y su compromiso social se hace patente en “Sab”, la primera novela antiesclavista de las letras españolas.
Escribió poesía, novela y teatro, y aunque contó con el apoyo de escritores como José Zorrilla o Espronceda, también recibió críticas de otros, como Marcelino Menéndez Pelayo, que impidió que entrara en la Real Academia Española.
Gertrudis falleció en Madrid el 1 de Febrero de 1873.



          Poemas de Gertrudis Gómez de Avellaneda
A él

          
No existe lazo ya; todo está roto:
           Plúgole al Cielo así; ¡bendito sea!
           Amargo cáliz con placer agoto;
           Mi alma reposa al fin; nada desea.
Te amé, no te amo ya; piénsolo, al menos.
¡Nunca, si fuere error, la verdad mire!
Que tantos años de amarguras llenos
Trague el olvido; el corazón respire.
Lo has destrozado sin piedad; mi orgullo
Una vez y otra vez pisaste insano...
Mas nunca el labio exhalará un murmullo
Para acusar tu proceder tirano.
De graves faltas vengador terrible,
Dócil llenaste tu misión; ¿lo ignoras?
No era tuyo el poder que, irresistible,
Postró ante ti mis fuerzas vencedoras.
Quísolo Dios, y fue. ¡Gloria a su nombre!
Todo se terminó; recobro aliento.
¡Ángel de las venganzas!, ya eres hombre...
Ni amor ni miedo al contemplarte siento.
Cayó tu cetro, se embotó tu espada...
Mas, ¡ay, cuán triste libertad respiro!
Hice un mundo de ti, que hoy se anonada,
Y en honda y vasta soledad me miro.
¡Vive dichoso tú! Si en algún día
Ves este adiós que te dirijo eterno,
Sabe que aún tienes en el alma mía
Generoso perdón, cariño tierno.

                                                ..........................................................

Las contradicciones
No encuentro paz, ni me permiten guerra;
De fuego devorado, sufro el frío;
Abrazo un mundo, y quédome vacío;
Me lanzo al cielo, y préndeme la tierra.
Ni libre soy, ni la prisión me encierra;
Veo sin luz, sin voz hablar ansío;
Temo sin esperar, sin placer río;
Nada me da valor, nada me aterra.
Busco el peligro cuando auxilio imploro;
Al sentirme morir me encuentro fuerte;
Valiente pienso ser, y débil lloro.
Cúmplese así mi extraordinaria suerte;
Siempre a los pies de la beldad que adoro,
Y no quiere mi vida ni mi muerte.


                  OOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO

 

  1. Autor teatral y poeta español nacido en Valladolid el 21 de febrero de 1817 y fallecido en Madrid el 23 de enero de 1893. Aunque estudió Derecho en varias universidades, su afición al dibujo y otros menesteres hicieron que su padre, un seguidor acérrimo del absolutismo, lo enviara a su tierra natal para que se dedicara a la agricultura. Zorrilla escapó a Madrid a lomos de una mula robada, iniciando su carrera literaria en medio de una gran precariedad. Un poema improvisado a la memoria de Larra tras su muerte le dio popularidad y le acercó a literatos de su tiempo como Juan Eugenio Hartzenbusch o José de Espronceda. Sustituyó al propio Larra como articulista en el periódico El Español, al tiempo que publicaba diversos poemas y estrenaba varios dramas con bastante éxito. Viajó a Francia en 1845, donde conoció a autores que él admiraba como Víctor Hugo, Théophile Gautier o Alejandro Dumas, regresando un año después a España, con motivo de la muerte de su padre, que se negó a perdonarle por una vida muy alejada de sus ideales. Viajó de nuevo por diversos países huyendo de su esposa y de las deudas contraídas en España, pasando tiempo en Francia, Inglaterra, México y Cuba. Con la subida al poder de Maximiliano I fue nombrado director del Teatro Nacional de México, lo que alivió las penurias económicas que lo habían acompañado en su periplo americano. De vuelta a España volvió a depender de la protección de algunos amigos de la clase pudiente, aunque se fueron acumulando distinciones como ser nombrado Cronista de Valladolid o su coronación como Poeta Laureado en 1889, en Granada. Tanto por su obra como por su vida es uno de los personajes más importantes del Romanticismo español.

                      Poemas de José Zorrilla

Don Juan Tenorio

DON JUAN:
¡Cálmate, pues, vida mía!
Reposa aquí, y un momento
olvida de tu convento
la triste cárcel sombría.
¡Ah! ¿No es cierto, ángel de amor,
que en esta apartada orilla
más pura la luna brilla
y se respira mejor?
Esta aura que vaga llena
de los sencillos olores
de las campesinas flores
que brota esa orilla amena;
esa agua limpia y serena
que atraviesa sin temor
la barca del pescador
que espera cantando al día,
¿no es cierto, paloma mía,
que están respirando amor?
Esa armonía que el viento
recoge entre esos millares
de floridos olivares,
que agita con manso aliento;
ese dulcísimo acento
con que trina el ruiseñor
de sus copas morador
llamando al cercano día,
¿no es verdad, gacela mía,
que están respirando amor?
Y estas palabras que están
filtrando insensiblemente
tu corazón ya pendiente
de los labios de don Juan,
y cuyas ideas van
inflamando en su interior
un fuego germinador
no encendido todavía,
¿no es verdad, estrella mía,
que están respirando amor?
Y esas dos líquidas perlas
que se desprenden tranquilas
de tus radiantes pupilas
convidándome a beberlas,
evaporarse, a no verlas,
de sí mismas al calor;
y ese encendido color
que en tu semblante no había,
¿no es verdad, hermosa mía,
que están respirando amor?
¡Oh! Sí, bellísima Inés
espejo y luz de mis ojos;
escucharme sin enojos,
como lo haces, amor es:
mira aquí a tus plantas, pues,
todo el altivo rigor
de este corazón traidor
que rendirse no creía,
adorando, vida mía,
la esclavitud de tu amor.



DOÑA INÉS:
Callad, por Dios, ¡oh, don Juan!,
que no podré resistir
mucho tiempo sin morir
tan nunca sentido afán.
¡Ah! Callad por compasión,
que oyéndoos me parece
que mi cerebro enloquece
se arde mi corazón.
¡Ah! Me habéis dado a beber
un filtro infernal, sin duda,
que a rendiros os ayuda
la virtud de la mujer.
Tal vez poseéis, don Juan,
un misterioso amuleto
que a vos me atrae en secreto
como irresistible imán.
Tal vez Satán puso en vos:
su vista fascinadora,
su palabra seductora,
y el amor que negó a Dios.
    ¿Y qué he de hacer ¡ay de mí!
sino caer en vuestros brazos,
si el corazón en pedazos
me vais robando de aquí?
No, don Juan, en poder mío
resistirte no está ya:
yo voy a ti como va
sorbido al mar ese río.
Tu presencia me enajena,
tus palabras me alucinan,
y tus ojos me fascinan,
y tu aliento me envenena.
¡Don Juan! ¡Don Juan!, yo lo imploro
de tu hidalga compasión:
o arráncame el corazón,
o ámame porque te adoro.


                                           OOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO

Carolina Coronado

 
 
Nació en 1820 en Almendralejo (Badajoz),en el seno de una familia acomodada pero de ideología progresista. Tras mudarse a la capital de provincia, Badajoz, Carolina sería educada de la forma tradicional para las niñas de la época pero, ya desde pequeña mostró su interés por la literatura, y comienza a leer, robando horas al sueño, cualquier género u obra que puede conseguir. Por ello desarrolla una extraordinaria facilidad para componer versos con un lenguaje algo desaliñado e incluso con errores léxicos, pero espontáneo y muy cargado de sentimiento, motivado por amores imposibles.

Posiblemente también contribuyese a su temperamento romántico la afección de catalepsia crónica que padecía, llegando a "morir" varias veces, lo que hizo que se obsesionase con la idea de poder ser enterrada en vida, hasta tal punto que embalsama el cadáver de su marido, negándose a enterrarlo e incluso dirigiéndose a él con el apelativo de "el silencioso" y "el hombre de arriba". Incluso tiene varias "premoniciones" en las que anticipa el fallecimiento de una de  sus hijas.
Se casó en Madrid con sir Justo Horacio Perry, secretario de la embajada de EE.UU . Tuvo un hijo y dos hijas.
Era amiga de la reina Isabel II la cual obligó al marqués de Salamanca a que vendiera a Carolina un trozo de su finca y allí se construyó un palacete en lo que hoy es la calle Lagasca.
Siendo ella revolucionaria, su residencia madrileña se hizo famosa por las tertulias literarias que en ella se realizaban, ya que sirvió como punto de encuentro para escritores progresistas y refugio de perseguidos, llegando a asistir algunos de los más renombrados autores del momento. Sin embargo, este refugio clandestino, y su afinidad por la revolución, causarían que sufriese la censura de la época.
Pese a ello, logró publicar algunas de sus obras en periódicos y revistas hasta lograr cierta fama, a la que también contribuyó su belleza física, que causó notoria admiración en otros escritores románticos.
Al llegar las revoluciones se van a vivir a Lisboa, al palacio de Mitra  donde falleció en 1911.
La producción más importante de Coronado es la poética. No obstante, en prosa escribió un total de quince novelas y también escribió obras de teatro.
Fue considerada como la equivalente extremeña de  Rosalía de Castro, y autora de tal notoriedad que llegaría a ser calificada con el título de "El Bécquer femenino".


                          Poemas de Carolina Coronado


¡Ay! transportad mi corazón al cielo!

Ángeles peregrinos que habitáis
las moradas divinas del Oriente
y que mecidos sobre el claro ambiente
por los espacios del mortal vagáis.

A vosotros un alma enamorada
os pide sin cesar en su lamento
alas, para cruzar del firmamento
la senda de los aires azulada.

Veladme con la niebla temerosa
que por la noche ciega a los mortales,
y en vuestros puros brazos fraternales
llevadme allá donde mi bien reposa.

Conducidme hasta el sol donde se asienta
bajo el dosel de reluciente oro
el bien querido por quien tanto lloro,
genio de la pasión que me atormenta.

¡Ay! Transportad mi corazón al cielo,
y si os place después darme castigo,
destrozadme en los aires y bendigo
vuestra piedad y mi dichoso vuelo.

¿Quién nos ha de mirar por estas vegas,
como vengas al pie de las encinas,
si no hay más que palomas campesinas
que están también con sus amores ciegas?

Pero si quieres esperar la luna,
escondida estaré en la zarza-rosa,
y si vienes con planta cautelosa,
no nos podrá seguir paloma alguna.

Y no temas si alguna se despierta,
que si te logro ver, de gozo muero,
y aunque después lo cante al mundo entero,
¿qué han de decir los vivos de una muerta?
                                          ......................................................
¡Oh, cuál te adoro!

¡Oh, cuál te adoro! Con la luz del día
tu  nombre invoco, apasionada y triste,
y cuando el cielo en sombras se reviste
aun te llama exaltada el alma mía.

Tú eres el tiempo que mis horas guía,
tú eres la idea que a mi mente asiste,
porque en ti se encuentra cuanto existe,
mi pasión, mi esperanza, mi poesía.

No hay canto que igualar pueda a tu acento
cuando mi amor me cuentas y deliras
revelando la fe de tu contento;

tiemblo a tu voz y tiemblo si me miras,
y quisiera exhalar mi último aliento
abrasada en el aire que respiras.




                                         OOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO

 

 
GUSTAVO ADOLFO BÉCQUER






Gustavo Adolfo Domínguez Bastida; Sevilla, 1836-Madrid, 1870) Poeta español. Hijo y hermano de pintores, quedó huérfano a los diez años y vivió su infancia y su adolescencia en Sevilla, donde estudió humanidades y pintura.
En 1854 se trasladó a Madrid, con la intención de hacer carrera literaria. Para poder vivir tuvo que dedicarse al periodismo y hacer adaptaciones de obras de teatro extranjero, principalmente del francés
Durante una estancia en Sevilla en 1858, estuvo nueve meses en cama a causa de una enfermedad. Durante la convalecencia, publicó su primera leyenda, El caudillo de las manos rojas, y conoció a Julia Espín,  musa de algunas de sus Rimas, aunque durante mucho tiempo se creyó erróneamente que se trataba de Elisa Guillén, con quien el poeta habría mantenido relaciones hasta que ella lo abandonó en 1860, y que habría inspirado las composiciones más amargas del poeta. En 1861 contrajo matrimonio con Casta Esteban, hija de un médico, con la que tuvo tres hijos.
Económicamente las cosas mejoraron para el poeta a partir de 1866, en que obtuvo el empleo de censor oficial de novelas, lo cual le permitió dejar sus crónicas periodísticas y concentrarse en sus Leyendas y sus Rimas, publicadas en parte en El museo universal. Pero con la revolución de 1868, el poeta perdió su trabajo, y su esposa lo abandonó ese mismo año.
Se trasladó entonces a Toledo con su hermano Valeriano, y allí acabó de reconstruir el manuscrito de las Rimas. De nuevo en Madrid, fue nombrado director de la revista La Ilustración de Madrid, en la que también trabajó su hermano como dibujante. El fallecimiento de éste, en septiembre de 1870, deprimió extraordinariamente al poeta, quien, presintiendo su propia muerte, entregó a su amigo Narciso Campillo sus originales para que se hiciese cargo de ellos tras su óbito, que ocurriría tres meses después del de Valeriano.
Las Rimas, tal y como han llegado hasta nosotros, suman un total de ochenta y seis composiciones. De ellas, setenta y seis se publicaron por vez primera en 1871 a cargo de los amigos del poeta El contenido de las rimas ha sido dividido en cuatro grupos: el primero (rimas I a XI) es una reflexión sobre la poesía y la creación literaria; el segundo (XII a XXIX), trata del amor y de sus efectos en el alma del poeta; el tercero (XXX a LI) pasa a la decepción y el desengaño que el amor causa en el alma del poeta; y el cuarto (LII a LXXXVI) muestra al poeta enfrentado a la muerte, decepcionado del amor y del mundo

                          Poemas de Gustavo Adolfo Bécquer


RIMA XXV
 Cuando en la noche te envuelven
las alas de tul del sueño
y tus tendidas pestañas
semejan arcos de ébano,
por escuchar los latidos
de tu corazón inquieto
y reclinar tu dormida
cabeza sobre mi pecho,
        diera, alma mía,
        cuanto posea:
        ¡la luz, el aire
        y el pensamiento!
  Cuando se clavan tus ojos
en un invisible objeto
y tus labios ilumina
de una sonrisa el reflejo,
por leer sobre tu frente
el callado pensamiento
que pasa como la nube
del mar sobre el ancho espejo,
        diera, alma mía,
        cuanto deseo:
        ¡la fama, el oro,
        la gloria, el genio!
  Cuando enmudece tu lengua
y se apresura tu aliento
y tus mejillas se encienden
y entornas tus ojos negros,
por ver entre sus pestañas
brillar con húmedo fuego
la ardiente chispa que brota
del volcán de los deseos,
        diera, alma mía,
        por cuanto espero,
        la fe, el espíritu,
        la tierra, el cielo.

                         .............................................................................................

RIMA LII
    Olas gigantes que os rompéis bramando
en las playas desiertas y remotas,
envuelto entre la sábana de espumas,
        ¡llevadme con vosotras!
  Ráfagas de huracán que arrebatáis
del alto bosque las marchitas hojas,
arrastrado en el ciego torbellino,
        ¡llevadme con vosotras!
  Nube de tempestad que rompe el rayo
y en fuego ornáis las sangrientas orlas,
arrebatado entre la niebla oscura,
        ¡llevadme con vosotras!
  Llevadme, por piedad, a donde el vértigo
con la razón me arranque la memoria.
¡Por piedad! ¡Tengo miedo de quedarme
        con mi dolor a solas!

                                    OOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO

  

 ROSALIA DE CASTRO


Nace en Santiago de Compostela el 24 de Febrero de 1837, hija de un sacerdote y una hidalga soltera de escasos recursos económicos. Sus primeros años transcurren al cuidado de su tía paterna. Fue su nodriza la que le enseñó el gallego y la poesía popular que tanto influyó en su obra.
Durante su adolescencia toma conciencia de la dureza del mundo rural propio de Galicia. En torno a 1850 se traslada a vivir con su madre participando en las actividades culturales promovidas por el Liceo de la Juventud.
En 1856 publica su primer libro La Flor. Viaja a Madrid donde conoce a Manuel Muguía, con el que contrae matrimonio y quien la introduce en los círculos literarios de la ciudad. Muguía la anima en el quehacer literario y es el responsable de la publicación de Cantares Gallegos y Follas Novas, cantos a la cultura popular gallega y las injusticias sociales.
Rosalía tuvo siete hijos, de los cuales dos fallecieron a temprana edad, hecho que marcó el carácter oscuro y pesimista de su poesía, unido a su enfermiza salud.
Su último libro de poesía, A las Orillas del Sar, escrito en castellano, hace referencia a esta época de desengaño y decepción que provoca el paso del tiempo y la muerte.
Es considerada el máximo exponente literario en lengua gallega, y su obra contribuyó enormemente al resurgimiento de una cultura minoritaria que ha demostrado ser universal, siendo traducidas sus obras en varios idiomas.
Rosalía muere el 15 de Julio de 1885 a los cuarenta y ocho años de edad en su Galicia natal.

                    Poemas de Rosalía de Castro
                  
NEGRA SOMBRA
Cando penso que te fuches,
negra sombra que me asombras,
ó pé dos meus cabezales
tornas facéndome mofa.

Cando maxino que es ida,
no mesmo sol te me amostras,
i eres a estrela que brila,
i eres o vento que zoa.

Si cantan, es ti que cantas,
si choran, es ti que choras,
i es o marmurio do río
i es a noite i es a aurora.

En todo estás e ti es todo,
pra min i en min mesma moras,
nin me abandonarás nunca,
sombra que sempre me asombras.


NEGRA SOMBRA
Cuando pienso que te fuiste,
negra sombra que me asombras,
al pie de mis cabezales,
vuelves haciéndome burla.

Cuando imagino que te has ido,
en el mismo sol te me muestras,
y eres la estrella que brilla,
y eres el viento que sopla.

Si cantan, eres tú que cantas,
si lloran, eres tú que lloras,
y eres el murmullo del río
y eres la noche y eres la aurora.

En todo estás y tú eres todo,
para mí y en mí misma moras,
no me abandonarás nunca,
sombra que siempre me asombras.

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 FOLLAS NOVAS




1
Vaguedás

II
Ben sei que non hai nada
novo en baixo do ceo,
que antes outros pensaron
as cousas que hora eu penso.

E ben, ¿para qué escribo?
E ben, porque así semos,
relox que repetimos
eternamente o mesmo.

IV
Diredes destes versos, i é verdade,
que tén estrana insólita armonía,
que neles as ideas brilan pálidas
cal errantes muxicas
que estalan por instantes,

que desaparecen xiña,
que se asomellan á parruma incerta
que voltexa no fondo das curtiñas,
i ó susurro monótono dos pinos
da beiramar bravía.

Eu diréivos tan só que os meus cantares
así sán en confuso da alma miña
como sai das profundas carballeiras
ó comenzar do día,
romor que non se sabe
si é rebuldar das brisas,
si son beixos das frores,
si agrestes, misteirosas armonías
que neste mundo triste
o camino do ceo buscan perdidas.

XVI
Cando era tempo de inverno,
pensaba en dónde estarías;
cando era tempo de sol,
pensaba en dónde andarías.
¡Agora... tan soio penso,
meu ben, si me olvidarías!





1
Vaguedades

II 1
Bien sé que no hay nada
nuevo bajo este cielo,
que antes otros pensaron

las cosas que ahora yo pienso.

Y bien, ¿para qué escribo?
Bueno, porque así somos,
reloj que repetimos
eternamente lo mismo.

IV 2
Diréis de estos versos, y es verdad,
que tienen extraña insólita armonía,
que en ellos las ideas brillan pálidas
como errantes chispas
que estallan por instantes,
que desaparecen enseguida,
que se asemejan a la bruma incierta
que se agita en el fondo de las huertas,
y al susurro monótono de los pinos
junto a la mar bravía.

Yo os diré tan sólo que mis cantares
así salen en confusión del alma mía
como sale de los profundos robledales
el comenzar el día,
rumor que no se sabe
si es retozar de brisas,
si son besos de flores,
si agrestes, misteriosas armonías
que en este mundo triste
el camino del cielo buscan perdidas.

XVI
Cuando era tiempo de invierno,
pensaba en dónde estarías;
cuando era tiempo de sol,
pensaba en dónde andarías.
¡Ahora... tan sólo pienso,
mi bien, si me olvidarías!