Tus ojos,
azabaches de cuento,
que vuelven hacía los míos,
su negrura de fuego
Ardientes esperan mi hoguera ruidosa de
silencio,
como un hielo que quema despacio,
como una llama roja que enfría lejos,
Y en medio,
Un corazón encendido a tientas en la
universalidad de un beso,
sonoro,
rápido,
liviano,
como un verso;
Pálida luna de palabras ante tus ojos de
tinta,
negros, negros, negros.
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