Tus palabras sonoras,
caían
como cascada
Rebosada de
jugoso dulce,
que
la fruición sazonaba
al abrazo de las Primaveras.
porque tú, eras la yedra,
que
arropaba mi vida.
Tú eras el calor,
que
nunca dejaba enfriar mi corazón.
Tú, eras mi refugio,
Donde nuestro ser posado
blindaba
los atardeceres.
Para que oscuridad alguna, se interpusiera en
nuestras vidas
y nuestro amor creciera, en la solana del
atardecer.
Para ti, mi amor,
te
regalo este instante,
Porque tu calor, no dejó enfriar, nunca,
Nunca mi corazón.
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