Mi carácter soberbio, mi
tez sombría.
La tormenta infame de mis
sesos.
La carencia exigua de mis
besos.
La vehemencia imposible de
mi hombría.
Las aristas celosas de mi
alma bravía.
La paz, en el vaivén de las
olas del mar.
Cuando faeno se despejan a
la par
mis sienes tercas, mis
ideas arpías.
Vivo entre las aguas y el
cielo,
ebrio desvanezco en tierra
firme
y excitado la humedad
anhelo.
Llegado mi final quisiera
irme
a las profundidades como
anzuelo,
en la faringe de una sirena
asirme.
Por mi honor me bato en
duelo
y si es menester daré
sepultura
a quien dijere por ventura
que en batalla alguna yo
levantare el vuelo.
Que en ninguna de las
extensas llanuras
hallara yo por abrigo el
consuelo,
Mis afrentas, se ciernen
desde el cielo
al defender mis ideales con
la altura
que merecen tan titánicos
deseos.
Que no sea por cesar en mi
andadura
si el camino mereciere el
anhelo,
a seguir en la conquista
apelo,
indiferente al laureo, pero
fiel a la montura.
Por las convicciones y los
principios
levanto mi copa y brindo
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