domingo, 30 de octubre de 2016



XX

Un caminito me lleva
a la casita del valle
donde se remansa el río
y apenas molesta el aire;
dan sus racimos las parras,
medra el néctar de la higuera
y, bajo su amable sombra,
sobre un poyete de piedra
una hermosa mujer lava
mientras a su vera juega
una morenita guapa
de ensortijada cabeza.
La madre labora y calla,
la niña rebrinca y sueña.
Y era mi casa un edén,
como un paraíso era
(pensaba, ufano, bajando
por la empinada ladera);
merecido parabién
que, en diez vidas que viviera,
nunca hubiese imaginado
me alumbrara tal estrella.
_________
Una sombra, de repente,
cruzó veloz el sendero
y, trepando por los riscos,
desapareció en el cielo;
la perseguí con la vista
-doblando hacia atrás el cuello-
hasta que la estela oscura
se confundió con el vuelo
de un milano brillador,
esbelto milano negro.
Imaginábame entonces
sobrevolando la sierra,
entre cárcavas umbrías
batidas por las tormentas,
donde los neveros paren,
de su gelidez perpetua,
torrentes devastadores
que braman de peña en peña.
Me estremecí en un instante
y mi cómoda existencia
se rebelaba: "!Ay milano,
ay milano, quién pudiera!".
______________

Y era mi casa un edén
como El Paraíso era,
más, sin serpiente y sin poma:
pobre Adán.....y pobre Eva.
                      RAMON VALVERDE

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