Silvia
Nunca tuve tanta hambre
Como aquel día
Arrinconado en la oquedad de un
foso,
Pelele en manos de la codicia del
mundo.
Sentí mi estómago esconderse.
Mis ojos cerrados
Huían de aquel paisaje alienado
Incapaces de contemplar más
barbarie.
Oía gritos.
La derrota era imprecisa
Mi futuro, incierto
Mi necedad, infinita.
Cargado de traumas
Mi cuerpo pesaba demasiado.
Y sin embargo, no tenía nada.
Tan solo era dueño de mi hambre
Hambre de venganza
Por aquellos, mis hermanos.
Antonio
Ahora soy cierto, siento hambre.
Unas manos agrietadas, me
susurran
Esos ojos, esa boca, esa prisa
por conocerme.
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