jueves, 12 de marzo de 2015

19. UN DESEO ARDIENTE: SER ¡ TUYA/TUYO !



SIENTO: me siento yo, tú. Es decir: tuyo. Lo vivo con autentica lucidez y no estoy jugando con las palabras, sino dejando que ellas se desplieguen, en sus colores y sus decires libres y espontáneos, con la autonomías que les confiere su identidad. Es mi encargo respetarlas con devoción y ser cauce a través de mi garganta para dejarlas volar en sus sonidos.
  Como un impulso frenético: la VIDA a galope de sus instantes, segundos, minutos, horas, días, semanas, meses, años, lustros y siglos, siempre imperceptibles sus pasos,… jamás, desapercibida su huella… Esculpe en lo más recóndito de nuestra existencia  lo esencial, para cada uno; se reviste de gozo, y las preguntas existencialitas encuentran respuesta, el sosiego y la paz, se hacen presentes en nuestra naturalaza. “Noche dulce del alma” diría yo, en contraposición, de “noche oscura” que  algún/a poeta, ha dicho. Sin duda son expresiones hondas,   referidas a vivencias distintas.
  Mas que Amor frenesí, late en mi corazón, de ciudadana del mundo, modalidad lingüística que prefiero, entre todas las que podía usar para definir quien soy (madre, esposa, abuela), ella, “ciudadana, persona del mundo” es en la que me siento  continente y contenido,   tunica sin costuras, un todo en la diversidad; desde ahí puedo contemplar a  Dios y sentirme en su abrazo, en la plenitud que es: ¡sentirme PLENA! desdibujadazo, cualquier tipo de limite y de  frontera, desaparece el “ mío” y el “tuyo” aflora el :nuestro, las tensiones y el egoísmo, pierden  identidad, y no hayan  lugar, para acampar. Los acordes de la sinfonía que todos soñamos y anhelamos profundamente, eso  que expresamos: ¡quiero ser feliz ¡ aparece   posible.  Es el momento argüido; todo dependerá de nuestra coherencia entre lo deseado, lo alcanzado y la voluntad de permanecer; no podemos permitir que algún miedo, nos prive, de la gloria de haber conseguido la cima, desde la que con  nuestra propias manos, podemos  palpar, quien somos, y con ellas mismas, acariciarnos y agradecernos, abrirlas para darnos y decirnos…  ¡TUYO! Y escuchar ¡‘TUYO”! en esa reciprocidad  inequívoca, que pose la unicidad que nos constituye a todos: “TU”  “YO”
  Abandonemos para siempre la vacuidad de repetir sonidos sin decir nada, o lo que es  peor, la verborrea lingüística y mental a la que nos abandonamos, llevados por la inercia de un sin VIVIR, sin sentido
  Es posible ser felices, ¿de donde crees tú, que te surge ese anhelo? Sino de tu propio SER.
  Ardientemente: ¡TUYA/O!   

 

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