Siente
el calor de la vida, niño.
No
te dejes abatir
por
la noche oscura que se cierne sobre ti.
Vuelve
tus ojos a la fresca hierba
que
aún queda en los prados,
a
las estrellas que brillan en el éter
a
los ríos de aguas vírgenes,
a
la brisa que acaricia tu frente
y
búscate la manera de alcanzar, sin descanso,
un
mundo nuevo, la ilusión perdida,
el
aire puro,
la
dicha soñada…, ¡tu futuro!
Haz
que tus pensamientos fluyan
por
una tierra limpia
de
concertinas para emigrantes,
sin
fronteras; que no haya en tú camino,
sangre en la lluvia;
no
cargues con culpas ajenas
y
podrás vivir mañana
como
un hombre dueño de su destino.
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