Qué triste me puse al escuchar a una flor
que en guerra estaba con un capullo.
Él que logró ser rosa,
ella que aún lo es.
Los dos perderán esta su guerra,
ya iniciada en el rosal,
en ese brote adolescente
que de ellos brotó,
triste ahora y desconcertado,
que sólo ve las espinas
de una rosa triste
y de un capullo igual.
Atrás quedaron los colores
y el aroma de la eclosión.
Borrón y cuenta nueva,
volver a planificar la tierra
y el tiempo dirá si los espinos
pueden volverse a injertar.
El jardín ya roto
y el retoño no sabe si está
en primavera, verano o en otoño,
parece esconderse del gélido invierno
esperando que pase el hielo,
atemorizado por ese cambio brusco
del que un día recibió el calor
y ahora le ha helado el corazón
Sabe sí, que es producto
de los suyos: de los dos.
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