Horizontes
que arden, siempre lejanos,
y
en su olvido te queman, te abrasan.
Llanuras
de metal donde el húmedo silencio
rompe
las copas vacías
y
llena ceniceros de esperanza a medio quemar.
Un
batir de alas de esparto, de espanto.
La
vida acecha en el rincón de la memoria,
te
mira y calla,
calla
y te mira, no digas nada.
Porque
vivir es fácil, susurran los muertos,
Porque
la nada es todo, y el principio es nunca.
Lento
caminar de las sombras que nos habitan.
En
su interior el reloj de arena gotea lágrimas,
se
le acerca el mañana.
Labios
que matan.
Entre
tus manos nacen los ríos,
suma
de la magia y de la ciencia,
habitantes
de la noche tu corazón y el mío.
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