TOLEDO
Mirador de Catequistas,
Ventana de la mirada...
Allá abajo corta el río
con el cuchillo del agua
el paso de los cigarrales
que tienen verde la espalda,
y corre luego a esconderse
en la vega que le aguarda
para clavar en su espejo
rejones de luz y ramas.
Las casas rebeldes crecen
sin orden y sin murallas,
corazón independiente
entre sus piedras hidalgas,
libres de cauce y de línea
que es de Castilla su alma
y en la tierra sin paredes
no caben normas cerradas.
... Y el Tajo labrador abre
Más hondo en ada pasada
surcos de sembrar leyendas
que hace verdad su garganta.
Mirador de Catequistas
abierto en tarde clara
debajo de un sol de fuego
que templa rejas y espadas.
Casas de amargas raíces
caladas en tierra parda;
viejas que están en la puerta
desde hace siglos sentadas
esculpidas en madera
las arrugas de la cara...
Río lento, sol profundo,
guijarros que se levantan
en las cuestas ambiciosas
que buscan esquinas altas...
Yo me he asomado a vosotros
en un día sin campanas
con las calles de mantilla
y los cantares sin habla
para guardar, de mis ojos
en la cárcel apretada
todo el secreto sencillo
de la tarde toledana.
Mirador de Catequistas,
Ventana de la mirada...
Allá abajo corta el río
con el cuchillo del agua
el paso de los cigarrales
que tienen verde la espalda,
y corre luego a esconderse
en la vega que le aguarda
para clavar en su espejo
rejones de luz y ramas.
Las casas rebeldes crecen
sin orden y sin murallas,
corazón independiente
entre sus piedras hidalgas,
libres de cauce y de línea
que es de Castilla su alma
y en la tierra sin paredes
no caben normas cerradas.
... Y el Tajo labrador abre
Más hondo en ada pasada
surcos de sembrar leyendas
que hace verdad su garganta.
Mirador de Catequistas
abierto en tarde clara
debajo de un sol de fuego
que templa rejas y espadas.
Casas de amargas raíces
caladas en tierra parda;
viejas que están en la puerta
desde hace siglos sentadas
esculpidas en madera
las arrugas de la cara...
Río lento, sol profundo,
guijarros que se levantan
en las cuestas ambiciosas
que buscan esquinas altas...
Yo me he asomado a vosotros
en un día sin campanas
con las calles de mantilla
y los cantares sin habla
para guardar, de mis ojos
en la cárcel apretada
todo el secreto sencillo
de la tarde toledana.
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