Las cadencias
de mis versos ya no suenan igual
aunque brinden
las palabras más dulces y exquisitas.
Has
disfrazado a las liras para este carnaval
y no
interpreto el sueño que con tus ojos me gritas.
Sé que a tus
sentidos mi melodía ya no alcanza
y sus notas
se quiebran al rozar con tu torpeza.
Que se han
fugado de sus escalas -ellas alegan,
inocentes-,
para aliviar mi errada confianza.
Cuando mi
boca callabas con susurros y besos
sentían celos
el alado querubín y el paraíso
que plagiaban
nuestra pasión como niños traviesos
gozando como
un capricho sin permiso.
Pero una
sombra velada atravesó nuestras vidas
en el
instante que mi esencia de ti se colmaba
sumiendo en
las tinieblas mis sospechas escondidas
hasta romper
el hilo que a tu voluntad me ataba.
En auroras
ardientes te esperaba en la ventana
inventando
que te morías por limpiar tu engaño.
La luna se
ocultaba con el ceño de desgana
maldiciendo a
la mañana que causó tanto daño.
Resignada,
mataba el tiempo contando las horas
mientras tus brazos,
en mi delirio, me estremecían
y en esas absurdas
ideas de ansias pecadoras
indultaba
los llantos que tus burlas producían.
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