La
yerma noche
que
dormiría contigo:
Sed de
ceniza.
Veré
la espuma romper en los raíles como líneas paralelas, rotas en su última
bocanada de sangre de cuna y destilado de plomo. Jugaré a degustar los restos,
los tuyos, los míos, entre las concertinas de mi lengua. Saborearé cada gota de
sudor calcinado, su olor exangüe a polvo de mi persiana, sus delicadas manos de
manivela.
Me
atrevo a decir que nunca tuve la razón, que verte desnutrida de vestido vino
como una buena cosecha, una de esas en las que se siega hasta el vacío. Estirpe de nuestra tierra manchada del pulmón
de exhalación exhausta.
Os
imagino mascando trapos, goma azul y coordenadas, decorando vuestros ojos del
buen gobierno de la muerte en los labios.
Aún
hoy, mudo de piel intima cuando nos recuerdo arrastrándonos sepultados bajo la
escuela de cadáveres, donde la guadaña del cielo cree en la siembra de ángeles
desmembrados que leen perros, que leen fábulas para perros.
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