Amigo mío: añoro
nuestra pasada juventud;
el estudio, codo a
codo, compartiendo
sombras expectantes
de inquietud.
Leopoldo de Urquía,
ahora el destino
a Baeza me guía,
donde de maestro ejerces.
Baeza, la del cielo
azul, allí voy a la cátedra
que me has procurado
tú.
Supiste, que a la
muerte de Leonor en Soria,
la tristeza me
invadió, y dijiste: “ven…
que el aire de
Andalucía, vida te volverá a dar,
y ver el azul de su
cielo, el cielo
de tu Sevilla, estoy
seguro, evocarás.”
Y vine, triste e
incómodo en un viejo tren.
¡Ay, pobres trenes
de principios de siglo!
Asientos de madera,
duros, molestos y mal olor;
en este viaje ¡Cuánto
he sufrido! Buscando,
encontrar consuelo en
un afecto, que sólo da,
lo que tu y yo
tenemos, una verdadera amistad.
Mas…llego a la
estación… ¡tú no me esperas!
¿Qué ha podido
pasar?...Hasta Baeza, largo camino hay.
En un carro de
verduras, tienen la atención de llevarme,
hasta la misma puerta
de la Universidad.
Pregunto por el Sr.
Urquía. Un bedel, afligido, contesta:
-“Lo siento Sr.
Machado, al Sr. Urquía, imposible
le ha sido irle a
esperar. ¡En la Agonía, está desde esta mañana,
reunidos sus
compañeros, con él están!”-
Doy un grito de
dolor: ¡Ay, mi amigo en la agonía!
¡Es para desesperar!
(El bedel sonríe.) Sorprendido,
al verlo, le miro yo.
–“Sr. Machado, no se preocupe;
son unas copitas…y
nada más; la Agonía es una “tasca”
donde algunos
maestros, allí, suelen tratar,
asuntos mas o menos
serios de la Universidad”-
¡Vaya un alivio! Un
abrazo fuerte, corriendo le voy a dar.
(Esta carta es
ficticia, aunque la anécdota es verdad, pues,
la cuentan en Baeza a
todo el que la quiere escuchar)
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