Paradoja hipócrita de la mujer
calvina
El destierro de
nuestra oscuridad baldía
alimenta a ojos
pertrechados de ti
en el crisol roto
del cuerpo del nunca
y, a la vez, en la
ciudad vacía del ahora.
Os entregasteis al
asedio
sin la ventura del
extranjero
y, ahora,
desearéis que brizne sobre vosotros
acaso como a ella
distéis la lluvia.
Anda a mirar,
Próspero,
que tus calles se
iluminan
para dejarme ver
la delgada lira
que separa
la vela de la fe y
la fe de la ira.
Somos
quienes hicimos
fe de este cuerpo
Y abandonamos
aquello que una
vez soñamos
para ser
nosotros y, a la vez, ellos.
Yo condeno a las
voces nómadas
a desaparecer,
entre tres tonos,
a ser oídas en el
silencio.
A las fuerzas
muertas no les queda pulso
y a nuestro
pulso no le queda tiempo.
Nada importa si
vencemos en la ignominia,
alcanzado ya
nuestro deseo.
Borja Quintana
Fernández.
No hay comentarios:
Publicar un comentario