sábado, 5 de noviembre de 2016



Paradoja hipócrita de la mujer calvina

El destierro de nuestra oscuridad baldía
alimenta a ojos pertrechados de ti
en el crisol roto del cuerpo del nunca
y, a la vez, en la ciudad vacía del ahora.

Os entregasteis al asedio
sin la ventura del extranjero
y, ahora, desearéis que brizne sobre vosotros
acaso como a ella distéis la lluvia.

Anda a mirar, Próspero,
que tus calles se iluminan
para dejarme ver
la delgada lira que separa
la vela de la fe y la fe de la ira.

Somos
quienes hicimos fe de este cuerpo
Y abandonamos
aquello que una vez soñamos
para ser nosotros y, a la vez, ellos.

Yo condeno a las voces nómadas
a desaparecer, entre tres tonos,
a ser oídas en el silencio.

A las fuerzas muertas no les queda pulso
y a nuestro pulso no le queda tiempo.
Nada importa si vencemos en la ignominia,
alcanzado ya nuestro deseo.

Borja Quintana Fernández.


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